domingo, 22 de abril de 2012

Un cuento o la tabla del siete.



¿Cuál es el inicio de una narración?. Parece que el clásico plantemiento-nudo-desenlace triunfa desde hace siglos; ¿y si invertimos la estructura? Vamos a por el desenlace-nudo-planteamiento. Que parece más divertido.  
Me explico…. Hace tiempo que asumo que, en educación, hay que volver a las historias, a las narraciones, las líneas que cuentan en primera persona aprendizajes que se tatúan en la piel y no se guardan en bolsillos. Que se integran en el cerebro y no solo lo ocupan. 
Si escuchas los contenidos de lo que se aprende a diario en las aulas de paredes cerradas y puertas cerradas….En un centro de puertas cerradas y horarios estanco. Si escuchas esos contenidos; lo que escuchas son cápsulas llenas de palabras vacías de material útil. Inútil para vivir, para pensar, para relacionarse, para oler, sentir, desenvolverse en la vida cercana …
Y es que normalmente, en las clases encontramos muchos conceptos y pocas historias. Muchas definiciones y pocas descripciones. Muchas explicaciones y pocas discusiones. Miles textos y pocas voces. Letras y no voz. Silencio y no música. Distancia y no piel. Móviles apagados y no twitter.
Así que cada vez más ando viajando en busca de historias y dejando que los conceptos se alojen en ellas. Y lo hacen. Porque cada historia necesita contenidos. Así que –cada vez- pienso que esto de educar es el arte de plantear escenarios en los que puedan desarrollarse historias que necesitan beber contenidos. Escenarios que albergan personajes que viven y con los que vives y compartes narrativas. Narrativas que amasas y te amasan.
En fin…. volvamos. La cosa es que de vuelta de una semana de intensa actividad educativa, en la que un grupo ha vivido una potente historia educativa, me encuentro con 40 gigas de material audiovisual que Javi –y los demás- han capturado. 40 gigas que describen una historia que habrá que contar día a día. Pero ahora vamos a por la micro-historia de “los cristales rotos” y dejaremos para más adelante la narración del viaje: desenlace-nudo-planteamiento en definitiva.
Hace meses en las aulas de infantil del Núñez se inicia un proyecto que me interesa y me apetece enlazar con otros alejados en el espacio y en el tiempo –rupturas de nuevo: y es que ahí andamos-. José Joven es un artista y profe de la UAM que presenta a lxs niñxs del Núñez una obra que hizo en el Monasterio de Santa María la Real de Tortoles de Esgueva. La obra es una vidriera que propone reproducir –y lo hace- con lxs niñxs del Núñez. Isabel –profe de infantil de Núñez- me propone reproducirla en Ifoulou y la idea me dispara.
La cosa es que a partir de la propuesta de José decidimos plantear un proyecto que viaje con nosotrxs desde el Pozo hasta Demnate y luego al centro del Atlas en Ifoulou. Y así sucedió. Pero aprovechando la propuesta decido trabajar la identidad y pido a lxs alumnxs que me acompañan que utilicen su imagen como material. Para ello le pido que se fotografíen el rostro y algún detalle que crean significativo de su cuerpo: un lunar, una oreja, las manos, un ojo…
Este material –junto al que habían elaborado en el Núñez- lo imprimimos en papel vegetal y sirve de material para que el grupo de chavales recorte y construya de forma libre un colage en una superficie transparente. Después de hacerlo les ofrecemos rotuladores para que dibujen, marquen, escriban.. y al final papel celofal de colores para que rematen su colage.
Con todos estas creaciones construimos una vidriera que alojamos en Demnate y luego en la casa comunal de Ifoulou. Un proyecto que viaja varios miles de kilómetros en busca de la identidad.
Hoy andamos montando una expo con el proceso y el producto. Y me gusta. Me gusta lo que veo y lo que recuerdo. De ello me quedo con la historia, con la narración. Creo que mis alumnxs también. El aprendizaje es narrativo. Está claro.