El título de este post es un guiño cómplice a una obra, de Marta de Gonzalo y Publio Pérez,
de hace algunos años que –como tantas que viajan en las lindes de la
educación- no se ha explorado como merecía. La obra se llama “La intención” y se puede aún descargar desde su página http://www.martaypublio.net y el vídeo-material asociado ser visto en “La Hamaca” http://www.hamacaonline.net/obra.php?mode=2.
Una parte de esta obra reproduce un
fotomontaje que me ha servido en bastantes ocasiones para invitar a
reflexionar sobre “la educación” con mis alumnxs. La
imagen es una manipulación de la fachada del Ministerio de Educación en
Madrid donde cortan, sin intentar disimularlo, la palabra “ministerio”
erigiendo –a partir de ese momento- el Misterio de Educación. A veces sencillas acciones abren caminos didácticos con una potencia educativa inigualable.
Parece que asistimos a un momento de
esperpento en el que cada día se escucha una razón más radical, añeja e
indocumentada para justificar la brecha educativa más importante del
último par de siglos.
No voy a entrar en este momento al trapo
de la provocación. Una provocación que crece día a día con la vuelta a
la formación profesional de la ley del 70 en la que alojar a los
excluidos del camino fetén. La vuelta a un modelo de revalidas, de
competición, de exclusión.
Todo esto en un mundo global en el que
las competencias que demandan las empresas son la creatividad, la
capacidad de cooperar, de innovar… ¿revalidas creativas?; me temo que
no.
Cada nueva provocación, que levanta
polvaredas de réplicas y contrarréplicas, me devuelve al Boudrillard del
simulacro o al esperpento –que es más de la tierra-. Parece como si
todo este afán por arrasar la educación, uniformizar contenidos,
lenguas, resultados y pensamientos fuera un burdo escenario que
intentara despistar otros temas más sangrientos: el hambre, el paro, la
desesperación de quién pierde la casa, la ilusión, la sonrisa. O quizá
canalizar la protesta contra una ley educativa que –en cualquier caso
pudiera no llegar a promulgarse- evitando así que se oriente hacia lo
que no parece que haya voluntad de evitar: el hambre, el paro, la
desigualdad cada vez más terrible.
En cualquier caso dejo desmenuzar la contrarreforma educativa a compañerxs que también es este CanalDeEducación escriben a diario sobre ella con acierto y de quienes aprendo y con quienes comparto muchas de sus opiniones.
Mi intención en esta ocasión es describir
como todo este ruido de fondo no deja de ser una ocasión educativa para
trabajar el concepto de educación desde lo más cercano: la vivencia
personal y el producto mediático que supone. Ambas son premisas sobre
las que es posible edificar una reflexión mucho menos tóxica de la que
habitualmente están presentes
Para ello –en mis clases de didáctica o
de metodología- trabajamos el concepto de educación desde la creación y
la historia personal de cada unx de lxs educadorxs en formación. Es estimulante escuchar lo ajustado de la denuncia, la demanda y la idea de lo que NO es la educación y lo que SI debería ser. Para ello trabajamos desde el arte, la historia personal, los deseos, lo sentimientos.
Un recurso que utilizo recurrentemente es la performance.
Sin entrar a desmenuzar que elementos me parecen valiosos de este
recurso como herramienta didáctica –que me llevaría más de lo que quiero
para este post- si quiero compartir una acción que tuve la ocasión de
vivir hace pocos días con un grupo de alumnxs trabajando el concepto de
educación y en el marco de un taller sobre video-performance organizado
por el departamento educativo del Museo 2 de Mayo. Al igual que la obra de Marta y Publio mis alumnxs
desarrollaron una acción -como educadorxs en formación- que les
compromete con la Educación-con-mayúsculas y elaboran toda una terapia
para leer ruidos de fondo que no deben despistarnos de
un trabajo en el que llevamos muchos años y en el que seguiremos
navegando entre las andanadas mediáticas.