Hace una semana cerraba maleta y -junto con un grupo de alumnos- emprendíamos viaje a Málaga en
busca de experiencias de las que nutrirnos. Habíamos quedado con amigos
de asociaciones, proyectos e iniciativas que nos interesaba conocer en
primera persona.
La bruja buena de este viaje era Esther Monleón,
amiga y gestora cultural de la Diputación, que lleva años sabiendo
apuntar la nariz a lo importante en el mundo artístico, sociocultural y
educativo de esa ciudad. Un ejemplo de ello fueron las diez “Escuelas de Valores” que
han marcado a varios cientos de docentes, educadores sociales y
animadores socioculturales. Cada vez que me encuentro con alguno de los
participantes de aquella experiencia exudan rabia e impotencia al saber
que este año, a principios de julio, no podrán hacer la maleta –una vez
más- camino de este espacio de libertad y formación.
Y es que hacer maleta es una de las cosas más educativas que hay. Porque supone crear la INTENCIÓN. O lo que es lo mismo: incorporarnos vitalmente en un proyecto educativo.
Esta semana visitábamos bastantes
iniciativas que nos interesaban. Cada una de ellas merecería un post y
quizá lo haga. Pero hoy toca hablar de algo que me impactó
especialmente.
Esther nos lleva de la mano a un pequeño colegio de una pedanía de un pueblo cercano a la ciudad de Málaga: Benagalbón;
pedanía de El Rincón de la Victoria -a poco más de 30 minutos del
centro de Málaga-.Allí nos encontramos con un proyecto realmente
impresionante que nos presenta Antonio Palomo, director del Centro.
El salón de actos se ha convertido en una sala de exposiciones que bajo la denominación “Robert Harvey”
aloja en residencia proyectos de artistas contemporáneos que diseñan su
obra e incorporan a grupos de alumnos y familias en su proyecto
artístico.
El proyecto artístico taladra de parte a
parte el centro educativo tatuando cada pared con cuadros, obras,
esculturas, instalaciones. Productos artísticos que se incorporan
después al comedor, a los pasillos, los jardines, aulas. Productos
artísticos en los que han participado familias, alumnos, profesores,
artistas.
Merece la pena visitar la web del centro y recorrer lo que han creado año a año . http://colegiodebenagalbon.com/la-sala-de-arte
Ver todo aquello me devolvía una vez más aquella pregunta que me asalta continuamente:
¿qué hace que haya centros que apuestan por innovar? ¿qué hace que haya
equipos que deciden indagar por propuestas educativas de vanguardia
mientras que otros se instalan en la añeja escuela-de-la-reproducción?
Intuyo que tiene que ver con algo
sencillo. Quizá las gentes que apuestan por la innovación en sus
prácticas educativas solo tienen un mérito:
incorporar su vida a ese proyecto. Involucrarse vitalmente. Sentir que
es necesario romper las fronteras del espacio y el tiempo en las
escuelas. Y sobre todo incorporarse vitalmente en la construcción compartida de aprendizajes permanentes y útiles.
En
el Colegio de Benagalbón los niños viven una veintena de proyectos
artísticos a lo largo de su escolarización. Viven la relación directa
del arte con los contenidos de aprendizaje. Viven el compromiso del
centro con la innovación. Quizá innovar no es tan complicado; es tan
solo dejar que las paredes latan y ser capaz de escuchar el latido que
invita a vivir.