En la Comunidad de Madrid hay solo siete centros donde se puede obtener el título de técnico superior en animación sociocultural.
Los siete son públicos. La escasez y la titularidad nos dan pistas del
grado de compromiso que tiene la sociedad con aquellos profesionales que
podrían estar trabajando para el bienestar, el cambio y el compromiso
con las personas, la participación social, las relaciones humanas, el
territorio.
Son aquellos pequeños detalles que se olvidan -por micro y humanos- en este macroescenario de supuestos irracionales.
Supuestos que sitúan el bienestar de las personas en el último escalón de los bienes a conservar
En esta sociedad que desaloja de las viviendas.
Desaloja de los tratamientos médicos.
Desaloja de la enseñanza.
Desaloja de la participación.
Desaloja de los tratamientos médicos.
Desaloja de la enseñanza.
Desaloja de la participación.
Y realoja en el ninguneo, en la
irracional idea que el itinerario vital debe acomodarse a los mercados. Y
por lo tanto los itinerarios formativos se acomodan a la competitividad y no a la solidaridad, el compromiso, la justicia social.
Mercados que necesitan restablecer la confianza, la seguridad.
Mercados necesitados de psicólogos y no economistas –por lo que parece-.
Mercados necesitados de psicólogos y no economistas –por lo que parece-.
Pues en este contexto creo que está bien celebrar cada rincón que se abre a romper supuestos errados en lo que importa en educación. En este caso en lo que respecta a formar educadores y educadoras para la deshumanizada sociedad que nos toca vivir.
La formación de educadores pasa por generar espacios de relación, de intercambio.
Espacios donde cuestionar los espacios y tiempos de la educación.
Espacios donde lo público y lo privado, lo curricular y extracurricular, lo formal y no formal son dicotomías absurdas.
Espacios donde lo público y lo privado, lo curricular y extracurricular, lo formal y no formal son dicotomías absurdas.
Absurdas como lo son los supuestos erróneos y errados de la educación para la mejora de la competitividad.
En este contexto de defensa del absurdo
-y desde hace unos años- comparto con mis alumnos de animación
sociocultural y un puñado de compañeros y compañeras y sus alumnos y
alumnas y gentes de asociaciones y proyectos frontera en la educación
unos días de encuentro en el que siete centros públicos se encierran en unas jornadas apostando por otra forma de formar educadores.
Unas jornadas humildes, autogestionadas, organizadas gracias al tiempo y la vida regalada de cada participante y organizador. Un
tiempo gratis de funcionarios que nada tienen que ganar en regalar ese
tiempo de tardes y noche reuniéndose. Un tiempo que los educadores en
formación emplean en compartir experiencias y relaciones resucitando un
puñado de palabras malditas: participación, utopía, igualdad, bienestar, relación …
La web de InterActúa es modesta y abierta como la propuesta que no nace para crecer, solo para comprometerse firmemente con un determinado modelo de formación de profesionales de la educación.
Como dice aquel dicho africano: