En fin, del juego ya hemos hablado mucho -la última en el post del 24 de enero-, pero es que de juego se trata. O mejor de rupturas. Porque el encargo era visibilizar la capacidad educativa de romper con algunos de los elementos más inamovibles del currículo escolar y también -por cierto- más sencillos de deconstruir: el espacio y el tiempo.
¿Qué sucede cuando un grupo de educadores lo que hacen es utilizar los espacios y tiempos no formales para escenificar acciones educativas? ¿cómo responden los "demotivados" alumnos y los "motivados" docentes? ¿qué resistencias existen a desocupar los no-lugares como aparcamientos, calles y pasillos para dar paso a lugares donde vivir acciones educativas? ¿para quién transcurre el no-tiempo? (ese que transita entre clase y clase sin más función que desconectar: recreos, descansos, etc.)
Un encargo que van a asumir las próximas semanas y que intentará invadir espacios y tiempos. También ayudar a la reflexión que construya una profesión que anda en el filo de la navaja de no-tiempos no-espacios de PISAs y competencias para un mundo Merkel.
La actividad terminó en clase. En la nuestra. La que luego continuó en juegos. Esta vez trabajando-nos. En dinámicas escénicas para reflexionar sobre la construcción personal. Una que también dibuja la del perfil del animadorx sociocultural del siglo XXI.